EL GABO HA MUERTO. VIVA EL GABO.
El olor de la guayaba ya no está más… las conversaciones con Gabriel García Márquez ya solo pueden imaginarse. “El Gabo” ha muerto. Viva “el Gabo”.
Me viene a la mente el impacto que causó a mis 15 años “Cien años de soledad”, cuando leía voraz bajo las mantas de la cama cuando era hora de apagar la luz; pero ese recuerdo pasa a segundo plano cuando aparecen esos días que viajamos de Uppsala a Estocolmo para recibir a García Márquez, nosotros los latinoamericanos que nos sentíamos orgullosos del nobel como si todos participáramos de ese premio. Aunque el invierno estaba ad portas y ya había nevado, nuestra alegría era como de carnaval. Fidel Castro debe haberlo presentido porque nos premió enviándonos botellas de ron de la isla para todos quienes estábamos en el “Folket Hus”, deleitándonos con las bailarinas colombianas, la música y la palabra del escritor del realismo mágico… o poético, o doméstico… la magia de las palabras… como cuando mi mamá nos contaba las historias de sus tíos anarcos cruzando la cordillera… ¿habrá sido cierto? ¿O sólo era realismo mágico? De cualquier manera las botellas de ron escandalizaron a las “myndiheter” (autoridades) y al pueblo sueco y a nosotros nos calentaron el cuerpo.
Esa tarde en Estocolmo, sabíamos que “el Gabo” era uno de los nuestros, y su premio se transformaba en un amplificador de la voz de los nuestros, particularmente en ese entonces cuando la patria estaba lejos y la empequeñecía la distancia y la destemplanza del tirano…
Gabriel García Márquez nació un domingo, el 6 de marzo de 1927, a las 9 de la mañana según sus memorias, en Aracataca, Colombia. Su carta natal nos muestra que la soledad, tan presente en toda su obra, vivió con él desde sus primeros años con la Luna en la casa 12, tan apropiada para su creatividad con ese trígono a Neptuno y semi-sextil a Mercurio, formando una figura de búsqueda… de un ideal lejano que lo aprisiona en una suerte de nostalgia: “El amor en los tiempos del cólera”, o “El otoño del patriarca” o quizás “El coronel no tiene quien le escriba”… La imagen de su carta me hace pensar en muchas patas… que pueden ser las patas de un insecto, o alguien que tiene piernas largas y ágiles, quizás las piernas “principales” trotan hacia la derecha llevando encima un gran cargamento, como un chino cruzando un campo de arroz… los pies son alados, permiten entrar en las profundidades de la psique propia o de la humanidad (con Plutón y Neptuno al fondo) nutriéndose de símbolos arquetípicos, caminan por la tierra y se hunden en ella, en lo alto las pisadas son dirigidas por las impulsivas emociones y la brillante razón que no tienen otro modo de expresarse (Luna y Sol-Júpiter cercanos a puntos de reposo), sino a través de la genial palabra de Mercurio-Urano (muy cercanos a cúspide).
Sabemos muy bien que moriremos, quizás incluso cómo y cuándo, particularmente si adquirimos una de esas enfermedades terminales como un cáncer linfático… lo importante es como contamos nuestra historia, que hacemos con el tiempo que tenemos… la vida es la “Crónica de una muerte anunciada”…
La progresión de la edad en la carta de García Márquez nos indica que Plutón está activo en el día de su transformación última, el 17 de abril de 2014… entonces el Gabo está vivo.